Niño tonto
no tienes para qué saltar ni gritar
si no es para tanto
agradécelo calladito
sécate los ojos
respira profundo
si no es más que un puñado
de inevitable ternura feroz
lo que se te arrojó
para rescatarte con urgencia
después de haberte regalado tantas veces
traicionándote las hormonas
entre pieles sin nombre
bocas sin voz
entre promesas a medio cumplir
pedacito de hombre porfiado
meneando la cola
como cachorro sin cariño
encaprichándote con carne que sólo fue carne
hasta verte de un momento a otro
sin siquiera el compás
de al menos un pecho firme
sabiendo que todo ya era un desierto
y arriba un cielo desteñido sin aves
así que empuña muy fuerte
para que no huya entre tus dedos
esa exacta porción
que puede mantener tanto paraíso
ahora que no te bastan roces duros
ni susurros a media noche
niño tonto
que te acabas de percatar
de tanta mentira
que te metieron en el cuerpo
después de haber obsequiado
tanta ricita fulminante
arrodillándote para suplicar
alguna caricia por muy efímera
enmascarándote una y mil veces
del personaje favorito de tu postor
siendo el juguete más cotizado
entre tanto fetichista sin escrúpulos
habiéndote herido
más allá de tu epidermis
viviendo porque quizás cuesta más morir
para llegar ahora a conformarte
con eso que contienes
como único tesoro que
no es más que un puñado
de inevitable ternura feroz.